lunes, 23 de marzo de 2009

Aprendizaje


En la vida nunca dejamos de aprender, solo cambia el lugar en el que lo hacemos.


Complicados los seres vivos, complicado el ser humano, al principio de nuestra existencia todo es natural, impulsos, respuestas a estímulos y células que se dividen sin parar, a medida que crecemos nos hacemos seres racionales y el asunto empieza a complicarse, ya no sirven los impulsos, las respuestas a los estímulos y aunque las células siguen dividiéndose sin parar lo más importante ya esta creado, hasta llegar a los últimos años de nuestra existencia en donde perdemos parte de esa racionalidad lograda a lo largo de nuestra vida y volvemos a los impulsos, las respuestas a estímulos, pero esta vez nuestras células no funcionan como antes.


Todo empieza así dos células unidas en aquel húmedo lugar, que por caprichos del destino se unen y empiezan a dividirse dando lugar a muchas más células como ellas que con el tiempo evolucionaran de manera diferente y darán lugar a un pequeño pero sensible ser que se mueve dentro de otro, y que siente igual que él.
Tras nueve meses de crecimiento, protección y calor humano, nunca mejor dicho, comienza una incansable jornada, pues la vida son dos días, de aprendizaje.


Lo primero que aprendemos es tristemente a llorar, después de esto los primeros años de nuestra vida son equiparables a una intensa jornada escolar, aprendemos a hablar, curiosidades de la vida, la primera persona que reconocemos es a nuestra madre y la primera palabra que decimos es papa, puede que esas dos células primeras de las que surge toda vida se peleen en nuestro interior para darse más importancia pero en el fondo lo que consiguen es demostrar que una persona sola no puede generar vida, que sabia es la naturaleza, aprendemos a caminar , lo que marca el inicio de las numerosas caídas que toda persona tendrá a lo largo de su vida y todas las veces que se volverá a levantar, pero ¿quién nos iba a decir en esos primeros pasos que las caídas más dolorosas no iban a ser aquellas que dejasen huellas físicas?, aprendemos a leer, aprendemos a sumar, restar, multiplicar, y todos esos procedimientos matemáticos que pensamos que nunca utilizaremos y tarde o temprano todos usamos, aprendemos lo que está bien, lo que está mal, en resumen en estos primeros años aprendemos todo aquello que pondremos en práctica el resto de nuestra vida.


Llega la tan temida por todos los padres adolescencia, donde esa racionalidad que poco a poco estábamos desarrollando desaparece por completo y nos convertimos en unos seres completamente irracionales que aprenden lo que son los sentimientos, descubrimos la tristeza más profunda que nos lleva a las lagrimas más densas, sin razón alguna, aprendemos lo que es la envidia, la ira, la pereza y el “nadie me entiende”, pero aprendemos también lo que es el amor, ese sentimiento que nos hace parecer idiotas en todo momento y que cuando es verdadero se convierte en la base de nuestra existencia, y con el amor llega también y el desamor, pues ya se sabe que del amor al odio hay un paso.
Y ¿cuando se termina esta etapa?, eso nadie lo sabe, incluso puede que no se termine nunca, porque por muy terrible que nos parezca, en el fondo todos sabemos que son los mejores año de la vida.


Y llega la madurez donde aprendemos entonces que todo lo aprendido sirve para algo y nos acercamos a personas de las cuales no dejaremos de aprender nunca, e indirectamente otros aprenden de nosotros, hasta que llegue el momento en el cual, esta vez ya directamente, tengamos que enseñar a otras personitas que les toca empezar, con impulsos, respuestas a estímulos y células que se dividen sin parar, y nos toca empezar a aprender a enseñar a esas personitas que comienzan sus andanzas.


Comienza el principio del final y es el momento en el que aprendemos a olvidar todo lo aprendido y volvemos a los impulsos, las respuestas a estímulos, volvemos a ese estado inicial del que partimos y desde el que hicimos partir a nuestros propios hijos a los cuales enseñamos y de los cuales aprendimos. Y una vez llegado este estado no hay vuelta atrás, solo un caminar que sabe Dios a donde nos llevará. Solo estoy segura de que el destino de ese camino no llevará a la finalización de nuestro aprendizaje, pues sea donde sea siempre estamos aprendiendo, pues…en la vida nunca dejamos de aprender, solo cambia el lugar en el que lo hacemos.

2 comentarios:

  1. Prudente reflexión sobre el aprendizaje y las etapas de la vida y, pese a que no coincido con que la adolescencia sea la mejor etapa de la vida de una persona (¿dónde queda la niñez donde uno podía ser lo que quisiese y donde quisiese con la sola exigencia de un patio de recreo?), en efecto muy acertado. Me alegra que sigas blogueando, en otro orden de cosas.

    ResponderEliminar
  2. estoy sufriendo una extraña mezcla entre nostalgia y encanto; tu reflexion es magnifica y me transmite mucho de aquello que sentimos todos los que mantenemos hoy en dia cierta inocencia post-parvulario (algo inpensable en los dias que corren)
    gracias por hacer de este dia con tu escrito algo mucho mas alegre y lleno de ilusion! espero verte pronto!
    gros bisous!

    ResponderEliminar