lunes, 14 de septiembre de 2009

Soñar con los pies








La sala estaba vacía y las paredes de espejo no reflejaban ninguna luz.

Era de noche y ya no había nadie solo ella y yo.

Hacía tiempo que no lo hacia y no sabía como sería después de tanto tiempo.

Primero olí su perfume, unas notas musicales suaves y leves, comenzó a acercarse y mi corazón latía cada vez con más rapidez, me envolvió con sus brazos, un manto de notas musicales que invadían mi cabeza.

Perdí el control, mi cuerpo se balanceaba de un lado al otro al son de sus movimientos, marcados.

Me miraba en los espejos y me encantaba lo que veía, ella y yo solas disfrutando la una de la otra y compartiendo nuestro cuerpo, nuestra fuerza, nuestra melodía.

Nadie más sabia de nuestro arte, nadie nos miraba, incluso la gente que mejor me conocía no tenía idea de lo que juntas éramos capaces de hacer.

No necesitábamos un folio para plasmar nuestros sentimientos, pensamientos, emociones, solo nos necesitábamos la una a la otra.

Yo, pluma ligera que dibujaba sobre ella, inspiración divina.

Dejarse llevar por el instinto, en aquella sala antes fría, vacía y llena de espejos, que tu y yo habíamos transformado en un lugar lleno de luz y calor, en el que mirases hacía donde mirases tu y yo irradiábamos magia.

Poco a poco te fuiste apagando.

La sala estaba vacía y las paredes de espejo no reflejaban ninguna luz.

Era de noche y ya solo estaba yo.

La sala de baile se quedó fría de nuevo, ella ya no estaba, sus compases ya no sonaban, se había ido, y yo, descubrí que aquello era como montar en bicicleta, nunca se olvidaba, solo tenía que dejarme envolver por ella, la música.

Abrí los ojos, no me había dado cuenta ni siquiera de que los tenia cerrados, y es que, bailar es soñar con los pies.