martes, 10 de mayo de 2011


Hace unos días que me miro en el espejo, y ¿sabes? No veo nada.

Me enfrento a él una vez más, nada.

Al despertarme, al llegar de compras, después de leer, antes de dormir y nada.
Me miro en pijama, en pantalón y falda, con ese vestido que tú me regalaste, desnuda, y nada.

No veo nada digno de observar, ni una cara bonita, ni un cuerpo de venus que quite la respiración, no hay en el reflejo una tez dorada, ni una larga y rubia melena que el viento desee mecer, me miro en el espejo y nada.

Y lo peor no es encontrarme cada día con el espejo y no ver nada, lo peor es lo que me digo al no ver más que una andrógina imagen, en la que ni yo misma me reconozco, lo peor es preguntarme, qué le ata todavía a mí, qué ves él que yo no soy capaz de ver, lo peor es apartar la mirada de esa inalterable estampa, lo peor es consolarme pensando que quizá mañana, cuando vuelva a asomarme a ese sincero trozo de cristal, vuelva a encontrar allí a la que antes veía, pero ese mañana nunca llega.



Hace unos días que la miro en el espejo, y ¿sabes? Lo veo todo.

Me enfrento a él una vez más, todo.

Cuando se despierta, cuando llega de compras, cuando aparta el libro al terminar de leer, antes de dormir, todo.

La miro en pijama, en pantalón y falda, con el vestido que le regale, desnuda, y todo.

Que indignos mis ojos que la observan, en su cara, su profunda mirada, y esa dulce sonrisa que tiene dibujada, su esbelto torso, sus pechos que encajan a la perfección con mis manos, su blanca y pura tez, perfecto contraste para sus cabellos oscuros, que ni el viento se digna a tocar, la miro en el espejo y todo.

Y lo peor no es encontrarla cada día en el espejo y verlo todo, lo peor es lo que me digo al ver más allá de aquel perfecto retrato, lo peor es preguntarme, que le ata todavía a mí, qué ve ella en mí que yo no soy capaz de ver, lo peor es no ser capaz de quitar la vista de su reflejo, lo peor es la adicción que me crea su imagen, y el pensar en el mañana, cuando vuelva a estar frente a ese sincero trozo de cristal, cuando la encuentre allí, y hay veces que parece que ese mañana nunca llega
.

Porque siempre hay dos maneras distintas de mirar un mismo reflejo.

sábado, 30 de abril de 2011

los cinco sentidos






Paseo por tus cinco sentidos con los míos.

Primero, lo que más me llama la atención de ti, tu mirada.

A veces pérdida en la nada, pensativa, triste, callada, no dice nada; otras veces encontrada en la mía, cercana, amable, silenciosa narradora…

Te miro, me miras.

La vista.

Y si cierro ahora los ojos, continúo mi viaje.

Eres el tarareo de una muñeira, el sonido de unos pies que se arrastran para conseguir dar pequeños e inseguros pasos que se ayudan de un bastón para seguir adelante.

Hace tiempo que escuchas en silencio, como si fuera la primera vez que lo haces, el televisor, la radio, música, e historias que has oído ya mil veces.

Te escucho, me escuchas.

El oído.

No quiero abrir los ojos aún, no me hace falta.

Hace poco has estado en la butaca.

Huele a laca, y si vuelvo a inspirar compruebo que todavía permanece ese leve aroma a naftalina tan característico de tu ropa.

Antes de salir, paso por la cocina a despedirme te doy un beso y no puedes evitar oler mi pañuelo, a pesar de ser la colonia de siempre dices que te gusta.

Te huelo, me hueles.

El olfato.

En casa tenemos una estupenda cocinera, y puede que con los años perdamos oído, vista y un poco el sentido, pero continuamos disfrutando de cada bocado, pues el sabor de cada uno de ellos es diferente, nosotros conocemos todos los matices.
Saboreo, saboreas.

El gusto.

Y llego al final de mi paseo, no es casualidad que esta sea la última parada.
Antes de irme te abrazo, tu chaqueta de algodón está mullida, toco con mi piel tu tejido.

Te beso la mejilla y compruebo que a pesar de las arrugas tu rostro sigue tan suave como siempre, toco mis labios con tu piel.

Y por último mientras te beso, te acaricio la otra mejilla, toco mi piel con la tuya.
Como ya he dicho, no es casualidad que esta sea la última parada, pues es la más completa, no es solo tocar, es sentir…

Te siento, me sientes.

El tacto.




Para ti, que haces valorar las pequeñas cosas como el tacto de una chaqueta de algodón.

lunes, 11 de abril de 2011

"Un peculiar pediatra"



El abuelo viene a visitarnos cada domingo.

No ha faltado ninguno desde que tengo memoria.

Pocos minutos después de terminar la comida, mientras mamá y yo recogemos la mesa, papá fuma en su pipa mientras comenta las noticias del diario, y Olga juega con Marta, su muñeca de trapo favorita, sentada en la alfombra a sus pies.

Suena el timbre, todos sabemos quién es, pero ella, siempre pega un salto y se dirige corriendo a la puerta a recibir al abuelo con un fuerte abrazo.

Pero esta vez se ha quedado allí, sentada, no se ha puesto en pie y mira triste a su muñeca.

El abuelo es el típico anciano de pelo cano, cara redonda y gafas esféricas de montura metálica que te cruzas por la calle y en el que no reparas lo más mínimo, pero eso es porque no le conoces.

Toda su vida la ha dedicado a los niños, como él suele decir, es “un peculiar pediatra”.

El abuelo no ha estudiado medicina, ni ninguna de sus ramas, de echo el abuelo no ha estudiado nada, pero ha conseguido hacer sonreír a montones de niños a lo largo de su vida, el abuelo fabricaba juguetes.

Traía al mundo locomotoras eléctricas, barcos de vapor y preciosas muñecas de mejillas sonrosadas, consiguiendo con ellos una sonrisa en el rostro de cada niño, y como él siempre dice, “no hay medicina que cure mejor que una buena sonrisa”.

El abuelo ha entrado en el salón y se ha sentado en la misma butaca de siempre, desde la cual le cuenta algunas historietas improvisadas a Olga, que se sienta en el suelo y le observa maravillada con su elocuencia.

Pero esta vez Olga ha permanecido en la alfombra, próxima a los pies de papá y continuaba mirando tristemente a su muñeca.

-¿Olga no vas a venir a saludar a tu abuelo?- ha preguntado este desde la butaca.

- Hoy no puedo abuelo- ha contestado ella muy seria.

-¿y que hay tan importante que te impida saludarme?-

- Pues es que…Marta está malita- ha contestado al borde de las lágrimas.

- ¡Oh, vaya por dios! ¿Y qué es lo que le sucede?- ha preguntado el abuelo seriamente.

- Pues… ha sido todo un accidente-

- ¿Un accidente?-

Olga se puso a llorar y el abuelo continúo preguntando.

-¿Qué tipo de accidente? ¿Por qué no se lo cuentas a tu abuelo?-

-Pues esta mañana cuando nos hemos levantado, se le ha quedado el brazo enganchado en las sabanas, ¡es que es muy perezosa y quería seguir durmiendo! Yo he tirado un poco para ver si conseguía despertarla y…..se le ha roto el brazo-

-Bueno, creo que eso tiene fácil solución, o es que acaso no recuerdas que tu abuelo es “un peculiar pediatra”- Entonces me ha mirado, y guiñándome un ojo añadió- Cristina, ¿por qué no me traes el maletín de las operaciones?

Así que abrí uno de los cajones del mueble del salón y saqué el costurero para dárselo al abuelo.

-Muy bien, comencemos- a dicho él.

Sacó hilo y enhebró la aguja, y poco a poco fue cosiendo el brazo de Marta, mientras Olga se tapaba los ojos con las manos para no ver nada.

-Ya está, creo que hemos terminado la operación, todo ha salido correctamente- añadió a los pocos minutos.

Olga se destapó los ojos y allí estaba Marta como nueva, sonriendo desde los brazos del abuelo. Se puso en pie y corriendo se lanzó a sus brazos.

-¡Gracias abuelo eres el mejor doctor del mundo!-

Todos reímos, el abuelo me miró y me guiñó de nuevo un ojo, y es que Olga tenía razón, el abuelo era el mejor “peculiar pediatra” del mundo.

sábado, 9 de abril de 2011

Hasta pronto



No pude conocerte mucho. Sé que no fue por ti, y espero que sepas que no fue por mí, fueron las circunstancias que envolvieron nuestra relación.

Tengo vagos recuerdos, borrosas imágenes, ligeros aromas y sordos sonidos de lo que eras.

Ahora que he visto tantos años de mi vida pasar por delante me doy cuenta, de que me gustaría haberte conocido más, haber podido disfrutar un poquito más de ti, y sé que a él también, no sabes lo mucho que se parece a ti.

Él es, el mejor regalo que has podido hacerme, claro que también fue el único.

Me da pena no escuchar hablar de ti, me gustaría saber más, pero creo que aún queda mucho dolor en tu partida, creo que queda mucho dolor en tu recuerdo, pero sé que él sí piensa en ti.

Cuando te fuiste, todo pasó muy rápido, todos pensamos que era otra de esas tantas veces que habías amenazado con marcharte, pero no fue así, esa vez sí que te fuiste.
Entonces me invadió una nube de sentimientos, lastima, dolor, y rabia, mucha rabia, porque no me dijiste adiós, porque no te pude decir adiós.

Y ahora que ha pasado el tiempo, ¿Quién me lo iba a decir?, he vuelto a pensar en ti, y me he decidido a escribirte en algunas líneas, lo que entonces no te dije.
Que a pesar de todo, sentí tu marcha, que a pesar de todo llore, porque a pesar de todo, te quería.

Supongo que donde te hayan llevado tus pasos estarás bien, y tengo la certeza de que cuidas de él, de que cuidas de nosotros.

Así que ya me despido, pero no con el adiós que en su día quise decirte, si no con un Hasta Pronto…

domingo, 3 de abril de 2011

Sombrero de copa


- Ya iba siendo hora – dijo examinándome cuando entre en el salón.

Yo no pude más que quitarme el sombrero de copa y los guantes, colocarlos en la mesita que estaba próxima a la puerta y empezó a hablar.

- Realmente querida, ¿crees necesario llevar esos sombreros?, sinceramente lo considero una provocación, la sociedad, aún no está preparada para mujeres como tu ¿no puedes llevar un tocado, o pamelas como todas las señoritas?-

Estaba más que cansada de todas sus reprimendas, de que quisiera cambiar el modo que yo tenía de ser, los escotes no eran nunca suficientemente altos, ni las faldas lo suficientemente bajas, el sombrero de copa en una dama era provocador para la sociedad, y mi manera de quitarme los guantes dejaba poco a la imaginación…

Solo pude echarme a reír.

- Querido, ¿no puedes dejar esas nimiedades a un lado y disfrutar de mí?, son muchos los hombres que me desean, deberías de sentirte afortunado de tener una mujer como yo a tu lado – tras decir eso le sonreí.

- Hasta tu manera de sonreír es provocadora- me agarró por la cintura y me pegó a su cuerpo.

Me besó, como siempre, me besó como nunca, no sé cómo lo hacía pero conseguía que mis vestidos se cayeran “solos”.

Estaba acostumbrado a la ausencia del corsé, aunque en su momento también le había costado bastante asumir que por mucho que me lo sugiriera no iba a usarlo.

Así que allí estábamos, en el salón, rodeados de imágenes de antepasados que nos miraban con reprobación, poco nos importaba, la verdad es que cuando estábamos solos, nada nos importaba, un extraño silencio nos rodeaba, pero es que, no hay conversación más interesante que la de dos amantes que se miran en silencio, y entonces fue cuando lo dijo.

- Ponte el sombrero de copa -

Y creo que fue una de las pocas veces que hice caso a una de sus sugerencias, quizá, por el modo de decirlo.

Me acerqué a la mesita donde estaban el sombrero y los guantes, lo cogí y me lo vestí. Zapatos de tacón, medias, liguero y…sombrero de copa.

Me miró y añadió:

- No sé a dónde vamos … –

Lo dijo mirándome, tan serio, tan frio, que yo también me quedé helada, lo dijo como si después de tanto tiempo se estuviera planteando lo que había entre nosotros, y se me hizo un nudo en la garganta. Se hizo un silencio, volvió a acercase.

- Lo único que sé es que voy contigo -

Volvió a besarme.

Y las palabras se perdieron en el aire, todo se perdió en el aire, todo menos el sombrero de copa.

jueves, 24 de marzo de 2011

Tomás y las estrellas


-Papá, qué son las estrellas? – preguntó Tomás mientras se metía en la cama-

-Pues las estrellas son…las estrellas son sueños-

Tomás miró a su padre con cara de incredulidad, ¿cómo iban a ser las estrellas sueños?, y si lo eran, ¿Cómo habían llegado ahí arriba? Y ¿por qué brillaban?

-Cuando nos vamos a dormir, nuestra cabeza comienza a funcionar mucho más rápido que otras veces cuando estamos despiertos y así se crean los sueños, cuando Dios, que nos mira sentado desde la luna, encuentra algún sueño precioso, que no quiere que se pierda, lo coge con sus manos y lo guarda en un pequeño tarrito de cristal, para guardarlo después en la estantería que es el firmamento-

-Y si las estrellas son sueños, ¿Por qué brillan entonces?-

-Pues los sueños brillan por que están formados por una energía especial, solo los sueños buenos, alegres y llenos de amor pasan a la estantería de Dios, el resto se los lleva el viento, para que no vuelvan a molestarnos-

-Pues no entiendo para que quiere Dios mis sueños-

El padre de Tomás echó a reír, en el fondo su pequeño hijo tenía razón.

-Pues Dios quiere nuestros sueños, por qué esos maravillosos sueños, brillando en el cielo, nos recuerdan a los que los miramos, lo maravilloso que es en el fondo el ser humano y nos hacen mantener la esperanza-

-Y si todos los sueños que tiene la gente están en la estantería de Dios desde hace tantos, tantos años, ¿Cómo es que no está lleno el cielo Papá?-

Papá rio de nuevo, era sorprendente lo mucho que se parecía Tomás a su madre, siempre preguntándose el porqué de las cosas, un inconformista.

-El cielo no está lleno porque Dios, que nos ama más de lo que podemos pensar, cuando nos portamos muy muy muy bien, nos hace un regalo, abre el frasquito de uno de nuestros sueños y lo pone en su mano y sopla sobre él para que vuelva a nosotros y así ese sueño se hace realidad. Así que ya sabes si quieres que tus sueños se hagan realidad vas a tener que ser muy bueno Tomás-

-Pero si yo ya soy bueno…-

-No tanto, fíjate ya que hora es y aun estás despierto. Anda a la cama-

Papá arropó a Tomás, le beso en la frente y se dirigió a la puerta.

-Buenas noches papá-

Papá apagó la luz. Y Así Tomás se metió en la cama dispuesto a que sus sueños se hicieran realidad.

lunes, 21 de marzo de 2011

egolatra!


Siento rabia cuando pienso en ti. Sé que no debería, pero tengo el corazón en un puño pensando lo mucho que intento darte, y lo poco que estas dispuesta tu a dar.
¿Cómo se puede ser tan egoísta?, ¿cómo se puede pensar tanto en lo que uno mismo quiere y no mirar a su alrededor y darse cuenta de todo lo que los demás están haciendo por ti?

Siempre dispuesto a escuchar, a estar a tu lado, a cogerte la mano cuando lo necesitabas, a llorar y a reír contigo, y tú, ¿tú a que estás dispuesta?

¿Has pensando en mi algo este tiempo? Porque yo pienso en ti todos los días.

En el fondo, ya no me duele, ya no me importa, ya no lloro, ya me he hecho fuerte y he aprendido, quizá a base de golpes, que uno no siempre recibe lo que espera, y que hay que conformarse con lo que se recibe, por poco que sea, y es ahora cuando me apetece aplicar esa frase de que cada uno recibe lo que da, y darte a ti, eso que tú me estás dando, indiferencia.

Pero ¿sabes?, no puedo porque yo no soy así, ni quiero serlo, no quiero vivir en mi burbuja, pensando que solo lo que yo pienso es lo correcto o lo que está bien, pensando en mí, en lo que a mí me viene mejor, porque si no, hace ya tiempo que te habría olvidado, y eso es lo realmente sorprendente de esta historia, que te sigo queriendo.

Y aquí estoy al pie de cañón, a primera línea de tiro, dispuesto a recibir la primera bala por ti, dispuesto a defenderte a capa y espada, siendo, igual que el capitán, el último en abandonar el barco, y estando incluso dispuesto a morir ahogado contigo si hace falta.

Aquí me tienes, ya me he desnudado frente a ti, ya he abierto mi corazón, ya te he dejado al descubierto mi alma, ¿Qué piensas? sigue ahí delante, continúa siendo la persona que eres, vanaglóriate, compadécete de ti misma, mantén esa venda en tus ojos, continua pensando que estás actuando bien, ególatra.

Porque a pesar de todo, yo seguiré aquí, machacando a mi alma, y obligando a mi mente a borrar lo que ahora eres, para permitir, que sea mi corazón el que te recuerde como una vez fuiste.

viernes, 18 de marzo de 2011

Adios


Ya he bajado del escenario, en el auditorio quedan solo los más rezagados, miro a mi alrededor, esas butacas azules ahora vacías que hace apenas unos segundo estaban ocupadas por gente que miraba al escenario, escenario al que abre subido por lo menos trescientas veces en unos meses. El suelo es de madera y está marcado por todas las representaciones que han tenido lugar sobre él, solo espero que una pequeña parte de mi haya quedado también allí grabada, desde luego, yo sí que me voy marcada.

Ha llevado mucho trabajo, meses de ensayos, horas de sueño perdidas, pero al final merece la pena, subirse a un escenario, dejar de ser tu para darle vida a un personaje, que hasta entonces no había sido más que palabras escritas en un papel, y que a medida que las vas memorizando, se van haciendo parte de ti, y tú de ellas, y es que al final tú te vuelves un poco el personaje y el personaje se vuelve un poco tú, curioso pero cierto juego de palabras.

Mientras contemplo el auditorio recuerdo el esfuerzo de tanta gente para que todo salga adelante. Y recuerdo que apenas hacía unas horas estaba como un flan, pues nunca se pierden esos nervios de antes de salir a escena, pero una vez allí desaparece todo, cuando ves al público, cuando ríen, cuando callan, cuando aplauden, cuando lloran, desaparecen los nervios y sientes una de las mejores sensaciones que podrías sentir.

Y acabo cayendo en la cuenta, de que nadie conseguirá que deje de pensar que esto es arte.

Respiro profundamente, cierro los ojos, y recuerdo que el aplauso del público es como un abrazo, en ese momento el gran trabajo y esfuerzo realizado durante meses se vuelve pequeño y caes en la cuenta, de que lo volverías a hacer una y mil veces.
Hoy probablemente haya sido la última vez que me subo a este escenario, y no sé si la vida me permitirá subir a otro alguna vez, con lágrimas en los ojos le digo adiós, un adiós que ojalá fuera un hasta pronto, y siento un enorme vacío dentro, porque al cerrar detrás de mí las puertas sé que una parte de mí se queda allí dentro.

Gracias.

viernes, 25 de febrero de 2011


Hace ya algún tiempo que no sé nada de ti, y eso me parte el alma.

Hace ya tanto, que no recuerdo ni siquiera porque dejaste de hablarme, y ahora nos envuelve una distancia que complica aún más las cosas.

Siempre has sido uno de mis grandes apoyos, un hombro en quien llorar, un café, una sonrisa, una risa y una carcajada, porque tú y yo éramos, y estoy segura de que seguimos siendo, capaces de distinguir esas tres cosas, un paseo, una inspiración.

Gracias a ti me he hecho fuerte, he descubierto que cuando peleas por conseguir algo, cuando llegas a alcanzarlo, vale mil veces más de lo que pensabas, pues detrás de ese algo está todo tu esfuerzo, me has enseñado que nunca hay que rendirse, que está permitido caerse, pero que levantarse es obligatorio, y en muchas de mis caídas ahí estabas tú tendiéndome la mano, siendo mi apoyo, y con una sonrisa en la cara para que levantarme y continuar caminando, por un camino que a veces no era precisamente fácil, se hiciera mucho más llevadero.

Pero quizá lo que más agradezco, aunque en su momento no haya sabido verlo, han sido tus riñas, porque gracias a ellas hoy, en mayor o menor medida, soy lo que soy, tengo unos valores, y eso no me lo puede quitar nadie.

Me has escuchado en tantas ocasiones, hemos mantenido increíbles conversaciones juntos, porque si algo hay entre nosotros dos, es sin duda esa complicidad tan nuestra, supongo que fruto de nuestros tan similares caracteres que en muchas ocasiones nos han llevado, como en esta, a pelear, por cosas que a veces eran muy absurdas, y otras no tanto.

Dicen que los opuestos se atraen, y según las leyes de la física es así, ¿pues sabes?, tú y yo somos la excepción que confirma la regla, somos tan iguales…
Y podría estar escribiendo páginas y páginas enteras dedicadas a ti, pero decido ya terminar, cerrar el sobre y enviarte la carta.

Te echo de menos.



Para ti, que no sabes nada.

domingo, 13 de febrero de 2011

la más dulce de las putas


-Mírate, mirándola como un idiota-

Realmente era así, la miraba como si fuera la primera mujer a la que veía en mi vida.

Y allí estaba ella, sentada en un alto taburete, el maquillaje de sus labios había desaparecido ya de tantos hombres besar, pero quedaba patente que en algún momento de la noche fueron carmín, sostenía en su mano derecha un cigarrillo a medio consumir, y su mirada estaba perdida en el humo que fluía de su boca.

La ligereza de su ropa dejaba al descubierto los muchos trabajos que hacía cada noche, desnudarse siempre es más fácil cuando llevas poca ropa, pero curiosamente, no me fijaba en su cuerpo, mis ojos no se paraban en su carne.

Su pelo era tan oscuro como la noche que nos envolvía, pero en él no había luna, no había estrellas.

Allí estaba ella, esperando que algún hombre se acercará a poseerla como tanto otros habían hecho antes, una vez tras otra, noche tras noche, me tentó la idea de acercarme y ser yo ese hombre que esperaba, ser yo quien la poseyera, ser uno de tantos, pero allí estaba, mirándola.

Y allí me quedé, mirando como otro caballero, si así se nos podía llamar, la tocaba en el hombro y la hacía volver de sus pensamientos, apartar la vista del humo, para llevarla donde yo no podía ver, pero si saber, que él si miraba su cuerpo, el sí miraba sus carnes y teniendo prácticamente la certeza de que no se había fijado que en la noche de su pelo, no había luna, ni estrellas.

No sentí celos, no sentí rabia, simplemente, no sentí.

Me levanté de la silla, le di un último trago a la copa, me puse el sombrero y di media vuelta.

-¿A dónde vas?, te han quitado tu presa y ya te retiras, no tendrías que haberla desnudado con la mirada sino con tus manos-

No me importo que se rieran, pues lo único que me lleve aquella noche a la cama fue el pensamiento de que ella estaría en otra con un desconocido, y la convicción de que si aquel hombre fuera yo, tampoco dejaría de ser un desconocido para ella, uno más al que hacerse creer especial, gemir, y disfrutar, gracias a una escasa y fingida media hora. ¿Y qué me quedaría después de eso? ¿Volver una noche tras otra, para creer durante unos minutos que es mía? ¿Para después regresar a la cruel realidad y saber que, no es mía, no es suya, para saber que es una mujer de nadie, que es una mujer de todos?

Y así reflexionando pase la noche, hasta que llegué a la más real y dura respuesta a todas mis preguntas, llegué a la conclusión de que muy a mi pesar, me gustase o no, ella no dejaría de ser una puta.

Nunca volví, porque a pesar de desear con todo mi corazón volver a verla, volver a tenerla delante, no podría haber visto cada noche como sucios borrachos, hombres de dinero y negocios con esposa e hijos esperando en casa la hacían suya, fue entonces cuando supe lo que era el amor, yo, que tantas mujeres como ella había tomado a lo largo de mi vida, yo que dedicaba mis noches a alternar burdeles y perdía la razón del tiempo bañando los minutos en una copa de alcohol, me había enamorado de la más dulce de las putas.

No voy a mentir, no voy a decir que enamorarme de una ramera me cambiara la vida, porque no fue así, pasé el resto de mis días, el resto de mis noches buscándola en sucias y baratas concubinas, y a pesar de intentarlo, ninguna me hizo olvidar a la que para mí fue la más dulce de las putas.

miércoles, 9 de febrero de 2011


Cuenta una leyenda, que el cielo estaba gobernado por el rey sol.

Todos le adoraban. Las nubes le abrigaban y ocultaban cuando hacia frio, tejían un trono algodonado para sostenerle cuando se encontraba cansado, y lloraban cuando él no salía. Las plantas florecían cuando se encontraba brillando en lo alto, y las familias, los amantes y los ancianos y niños, salían a pasear y a disfrutar del calor que gracias a poder emanaba.

Pero tras un día agotador todos tenemos que descansar y cuando el rey sol desaparecía por el horizonte llegaba la noche.

Las nubes apenas se veían, las plantas callaban y guardaban sus flores hasta la nueva llegada del sol, las familias, los amantes, los ancianos y niños, ya no estaban en las calles, sino en sus casas, y nadie había caído en la presencia de alguien, que desde lo alto, les miraba.

La luna estaba triste, pues a pesar de intentarlo, no podía calentar a la gente, ni iluminar la bóveda celeste, su poder era mucho más pequeño que el del rey Sol, apenas un halo brillante.

Noche tras noche, la luna esperaba a que alguien mirara arriba y cayera en la cuenta, de que ella velaba sus sueños.

Pasaron siglos, pero ella seguía igual de sola cada noche, observando desde arriba como cada persona, desde su cama, soñaba.

Una noche, desde lo más alto se dio cuenta, alguien la miraba.

Una pequeña niña, sentada en su cama, la estaba observando a través del cristal. Su nombre era Ana.

Luna había velado muchos de sus sueños, pero está noche, no dormía, esta noche, no soñaba.

Ana tenía los ojos fijos en Luna y de repente, sin que luna esperara nada comenzó a cantar:
¡Ay! lunita regordita,
Que la espuma de tu luz
Bañe mis noches.
Luna lunera cascabelera.

Y cuenta la leyenda que Luna se sintió tan alagada que, gracias a Ana, nunca más se sintió sola, pues sabía que alguien se había fijado en su pequeño resplandor, y desde entonces continúa vigilando nuestros sueños desde el nocturno y oscuro firmamento.

jueves, 3 de febrero de 2011

infidelidad


No sé si fue la música que sonaba, los 3 Martini que había bebido, o el verde de tus ojos que me miraban fijamente, lo que sí que sé, es que no debía haber acudido a aquella cita.
Lo supe tan pronto colgué el teléfono tras decirte que iría, en el fondo que más daba, éramos amigos ¿no?, intenté convencerme, habíamos quedado otras veces, no había nada distinto en esta.
Mentía, y lo supe cuando me encontré probándome medio armario. Nunca antes había tenido problemas con esto, una camiseta, un vaquero, unas botas, un bonito pañuelo y a la calle, dispuesta a pasar la tarde con un buen amigo, algo pasaba, lo sabía yo, y lo sabías tú.
Y allí estábamos ahora, yo achispada y tu riendo, yo perdida en tu ojos y tú, tú perdido en mi cuerpo.
Quería salir de allí, salir corriendo, huir, no podía hacer lo que estaba haciendo, no podía mirarte así, no podía hablarte así, no podía desearte así.
Pero lo hacía te miraba para guardar el momento en mi recuerdo para siempre, no hablaba contigo, coqueteaba y sí, te estaba deseando.
No sé si lo leíste en mi cara, o si directamente lo dije, creo que podría haber dicho cualquier cosa esa noche, y nos besamos, nos besamos como hacía tiempo que no besaba a nadie, con amor, deseo, y toda la dulzura del mundo.
Y aquí estoy hoy sentada, pensando en lo sucedido esa noche, y reviviendo cada momento en mi mente, me gustaría llamarte, escribirte, saber qué estás pensando, que piensas hacer, y…no puedo, alguien a mi lado me coge de la mano.
Sabe que estoy con él, pero no en qué estoy pensando.

miércoles, 26 de enero de 2011

Sueños

Los sueños son una vía de escape de nuestro subconsciente. Son esa manera que tenemos de desahogarnos sin necesidad de hablar de nuestros miedos, deseos, placeres e ilusiones.

En la mayoría de las ocasiones, además, no podemos recordarlos y de ese modo no podremos atormentar a los demás, ni a nosotros mismos.

Pero ¿Qué pasa con esos sueños que no son reflejo de nuestro subconsciente?, ¿Qué pasa con esos sueños no cumplidos que tenemos en nuestra cabeza?

Cuando somos niños los vamos guardando en pequeños compartimentos de nuestro cerebro y de repente un día ¡Puf! Ahí están y recordamos aquellas cosas que siempre hemos querido hacer y nunca hicimos, recordamos que estamos lejos de ser lo que queríamos ser, y lo que aún da más miedo, que hay cosas que aún estamos a tiempo de conseguir pero sabemos que nunca conseguiremos.


A medida que vamos creciendo los adultos nos enseñan cómo actuar, que hacer, que decir, y nos empujan a dejar atrás “todos esos pájaros que tenemos en la cabeza”, nos obligan a dejarlos volar, y nos enfadamos, pero con el tiempo terminamos por olvidar aquello que tanto deseamos, y cuando nos queremos dar cuenta somos uno de esos adultos, que no solo está obligando a alguien a que deje atrás sus sueños, sino que cae en la cuenta, de que también ha olvidado los suyos.

Y cuando por fin consiguemos recordarlos, da miedo, porque todavía seguimos deseándolos, pero hay que tener los pies en el suelo, ya no somos niños para pensar en esas cosas, tenemos deberes, responsabilidades, y volvemos a guardarlos en el compartimento del que salieron, con la esperanza de que una noche, nuestro subconsciente nos permita volver a ser aquello que tanto queremos ser y no somos.

lunes, 24 de enero de 2011


He vuelto a sentir nostalgia. Nostalgia de esos años que quisimos que pasaran rápido y ahora que los hemos dejado atrás solo pensamos en volver a vivirlos.

Por que somos inconformistas, debe de estar en la naturaleza humana, siempre querer aquello que no tenemos y no darnos cuenta hasta que es tarde de que lo que si que tenemos es el mejor regalo.

Quedaron atrás esas tardes, sin anda que hacer, ni nada nuevo que contarnos, aquellos pitillos a escondidas en el baño con los que descubrimos el placer de la nicotina, esas clases de las que estábamos deseando que nos echaran, ese uniforme, que tanto odiamos y ahora… ¿no pagarías por volver a vivirlo?
Sentarme a vuestro lado, fumar pitillos a medias, despertarte y no tener que pensar que me pondré hoy.

Pues lo que decía al fin y al cabo, extrañar esas cosas que en su momento tanto deseamos que pasarán.

Y eso me hace reflexionar, ¿nos está pasando lo mismo ahora?

Deseamos terminar los exámenes y ¿los añoraremos?

Deseamos encontrar a alguien especial con el que compartir nuestros días y ¿desearemos la libertad cuando lo hayamos encontrado?

Deseamos terminar la carrera, comenzar a trabajar y ¿recordaremos la vida universitaria deseando volver atrás para quedarnos para siempre en ella?

Definitivamente, he vuelto a sentir nostalgia.