En la mayoría de las ocasiones, además, no podemos recordarlos y de ese modo no podremos atormentar a los demás, ni a nosotros mismos.
Pero ¿Qué pasa con esos sueños que no son reflejo de nuestro subconsciente?, ¿Qué pasa con esos sueños no cumplidos que tenemos en nuestra cabeza?
Cuando somos niños los vamos guardando en pequeños compartimentos de nuestro cerebro y de repente un día ¡Puf! Ahí están y recordamos aquellas cosas que siempre hemos querido hacer y nunca hicimos, recordamos que estamos lejos de ser lo que queríamos ser, y lo que aún da más miedo, que hay cosas que aún estamos a tiempo de conseguir pero sabemos que nunca conseguiremos.

A medida que vamos creciendo los adultos nos enseñan cómo actuar, que hacer, que decir, y nos empujan a dejar atrás “todos esos pájaros que tenemos en la cabeza”, nos obligan a dejarlos volar, y nos enfadamos, pero con el tiempo terminamos por olvidar aquello que tanto deseamos, y cuando nos queremos dar cuenta somos uno de esos adultos, que no solo está obligando a alguien a que deje atrás sus sueños, sino que cae en la cuenta, de que también ha olvidado los suyos.
Y cuando por fin consiguemos recordarlos, da miedo, porque todavía seguimos deseándolos, pero hay que tener los pies en el suelo, ya no somos niños para pensar en esas cosas, tenemos deberes, responsabilidades, y volvemos a guardarlos en el compartimento del que salieron, con la esperanza de que una noche, nuestro subconsciente nos permita volver a ser aquello que tanto queremos ser y no somos.